LOS TLAXCALTECAS EN COAHUILA

Reparto de tierras y agua y otros muchos beneficios a
los tlaxcaltecas, traidos por Francisco de URDIÑOLA.



El 13 de septiembre de 1591 se fundó (en Coahuila) el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, al oeste de la Villa del Saltillo, de donde salieron, años más tarde, algunos pobladores con el objeto de fundar nuevos asentamientos en los actuales estados de Nuevo León y Tamaulipas. Otros de dirigieron a las misiones franciscanas del norte de Coahuila y Texas, o hacia los pueblos que hoy se conocen como General Cepeda, Ramos Arizpe y Viesca.



Los pueblos fundados con tlaxcaltecas tuvieron siempre gobierno propio. La autoridad la conservaba su cabildo o ayuntamiento, elegido cada año. El cabildo gobernaba al pueblo en lo económico y en lo civil, y hacía el reparo de tierras para e cultivo. En lo criminal todos estaban sujetos a la justicia real.



Los de Tlaxcala casi no se mezclaban con los naturales de Coahuila, pero sí aceptaron el mestizaje con los europeos. En los pueblos del sur este proceso de integración social fue muy lento; en cambio, en el resto de la provincia fue más dinámico el mestizaje. De cualquier manera, al transmitir su cultura (música, danza, artesanía, etc.) los tlaxcaltecas dejaron una honda huella en la vida coahuilense, influencia que todavía hoy persiste en múltiples manifestaciones populares.


La población de colonos tlaxcaltecas se multiplicó con rapidez, y fue por ello que se mantuvo activa en las escasas misiones y poblados. Incluso cuando desaparecieron muchas misiones, los colonos tlaxcaltecas siguieron dando vida a rancherías y poblados hasta el establecimiento definitivo de las villas, como sucedió en Nadadores y Candela.

Cuando Tlaxcala colonizó el Norte

La agricultura, alentada en las misiones y presidios, era intensa en los lugares que contaban con agua. Las tierras de temporal y las expuestas a los ataques de los indios quedaron prácticamente intactas.

Cada inicio de año, los colonos tlaxcaltecas acostumbraban repartir tierras para el cultivo entre las familias del pueblo. Tenían además tierras comunales, de cuyo producto pagaban algunas obligaciones a la Iglesia. Si el número de familias crecía, se acordaba el traslado de algunas de ellas a otras colonias o misiones, con el objetivo de formar nuevas comunidades. Así salieron de Parras para Viesca, de Monclova para Nadadores, de Saltillo para Candela, y de Saltillo para el Nuevo Reino de León y la provincia de Texas.

Cuando las misiones franciscanas de Saltillo y las del centro de Coahuila ya no pudieron sostener sus poblados, dejaron las tierras en manos de los tlaxcaltecas. Las misiones del Río Grande, San Juan Bautista, San Bernardo, Peyotes y Vizarrón dispusieron, en cambio, en grandes extensiones de tierra dedicadas a la agricultura y la ganadería. Para atenderlas se hizo necesario el trabajo de peones, sirvientes y aún de indígenas y españoles asalariados.

Los comandantes de las compañías presídiales, así como los funcionarios y clérigos de villas y poblados, se dedicaron a la agricultura y a la ganadería en las estancias y haciendas situadas al norte de Monclova. Estas llegaron a tener una gran producción ganadera (ovejas y bovinos principalmente) que se llevaron a San Luis Potosí y México.


Museo del Sarape, Saltillo
En las misiones de Río Grande y en las cercanas a Monclova se introdujo el cultivo de la caña de azúcar a fines del siglo XVIII. En las tareas agrícolas se usaba la reja, el azadón y el hacha, instrumentos que eran propiedad de la comunidad.

La industria textil, que tanto preocupó a las autoridades del virreinato porque establecía una competencia con los productos españoles, se desarrolló en pequeña escala en obrajes de General Cepeda, impulsados por las haciendas, y en las misiones de Río Grande.

También había obrajes en Parras y Saltillo. Más modestos fueron los de las misiones de Candela y Río Grande. Todos estos obrajes resultaron una forma de explotación del indígena, forzado a trabajar de por vida en la producción de paños y frazadas de lana y algodón.

Junto a las misiones, los franciscanos establecieron pueblos que recibían indios tlaxcaltecas de Saltillo, lo que creó un fuerte lazo social y económico entre los pobladores de tan extenso territorio.

En 1787 los franciscanos fundaron el convento de San Francisco de Saltillo. Hasta entonces sólo San Esteban de la nueve Tlaxcala había contado con un convento, dedicado sobre todo a fortalecer la acción misionera del norte de Texas. Estas misiones casi abandonadas vivían un lento proceso de extinción. San Bernardo y San Juan Bautista, las misiones de Río Grande, eran la excepción.

Los artistas tlaxcaltecas que arribaron a Coahuila guardaron en las destrezas de sus artesanos, tradiciones de alfarería y la ebanistería legadas por sus ancestros. Pero en el contacto con paisajes más amplios y diversos, algunas de sus manifestaciones como el sarape, con su colorido, trama y variedad se singularizaron en el lugar que se asentaron.

Fuente: Secretaria de Educación Pública